América Latina ha permanecido por siglos bajo la sombra del machismo. De esta situación no escapa ningún país. No escapan del machismo las sociedades más evolucionadas del continente como los son Brasil, Chile y Argentina. La mujer se ha visto relegada realizar labores asociadas al mantenimiento del hogar y cuidado de los hijos. Estas labores no pueden ser menospreciadas pues son de inmenso valor para la comunidad pero la mujer misma, se siente subvalorada al llevar a cabo estas tareas pues no se reconoce el esfuerzo que realiza en función de la comunidad misma.
Los nuevos tiempos para la mujer comienzan en los países del llamado primer mundo, en los años 60. Solo a finales de los años 70 e inicios de los años 80, se logra percibir un cambio en la manera como los países de Latinoamérica enfrentan los espacios laborales que se abren para la mujer en la región.
Las siguientes letras resumen estudios recientes que se han publicado al respecto. Estos resultados son planteados bajo la óptica de los grupos de interés laboral asociados a las clases trabajadoras de Colombia
Antecedentes históricos de las labores de la mujer en la comunidad prehispánica
En la mayoría de países de América latina y el Caribe, la mujer juega papel determinante en la toma de decisiones dentro del hogar. No así en las decisiones de la comunidad. Nuestros países, históricamente ha sido machistas pero en ello, de manera contradictoria la sociedad se rige bajo el esquema de matriarcado. Como es esto posible? Nos hemos quedado en el rol de posiciones que nuestras familias y sus miembros manejaron desde hace muchos siglos. En la familia precolombina, la mujer tenía el rol de cuidar los niños, preparar alimentos y asegurar la “vida feliz” de los hombres que se encargaba de “las tareas duras” como traer alimento (asociado generalmente a la caza y pesca) y defender la comunidad de posibles atacantes que podrían atacar sus tierras en busca de refuerzos de estas mismas labores en sus propias sociedades. Es decir, cuando una tribu atacaba a otra, lo hacía con el último fin de sumar activos a sus filas de armas, utilizar hombres como esclavos en sus actividades de construcción, ganadería o agricultura y traer mujeres para divertir a sus guerreros o en últimas, también como esclavas.
En la etapa de la conquista de América por parte de España y Portugal, las cosas no fueron diferentes. Los barcos españoles surcaron los mares llenos de hombres aventureros ansiosos de poder y gloria para llevar a sus hogares lejanos. Empecemos a ver algunas diferencias entre la conquista de Centro y Sur América versus lo sucedido en Norteamérica.
Las actuales tierras latinoamericanas fueron conquistadas por hombres de “segunda clase” .Eran bandidos y forajidos que no tenían nada que perder en España y que veían en la posibilidad de la conquista, una alternativa a sus tristes vidas. De esta manera, América Latina se llenó de hombres que, al igual, de sus pares indígenas, habían llegado a cazar.
Una vez, los hombres españoles sentían que habían conquistado América, trajeron a sus mujeres o se mezclaron con las indígenas locales. En cualquiera de las dos instancias, el rol femenino era el mismo. Atender al hombre.
En Latinoamérica aparecen entonces tres tipos de mujeres en función del rol que juegan en la familia y comunidad. Las primeras que ya las mencionamos, son las mujeres españolas que llegan a estas tierras desde la misma España. La gran mayoría de ellas eran mujeres propias de los personajes que llegaron a estas tierras. Mujeres sin educación que es país jugaban un papel de sumisión pero que encontraron rápidamente que en América había otras personas a las cuales dominar o menospreciar. Los indígenas y los esclavos negros traídos a Las Indias para servir a sus patronos. La conformación de estas familias, crea una nueva clase social que era nombrada con el prefijo “Don[1]” anticipando su nombre. Los “Dones o Doñas (femenino) representaban ahora esos nuevos ricos que habían encontrado su riqueza, literalmente en la selva.
La segunda clase de mujer en América estaba representada por la mujer indígena que contraía matrimonio con un español. La mujer indígena que era “seleccionada” por un español para conformar una pareja, debía considerarse afortunada y atender con mucho mas ahínco a su pareja española. La unión de esta pareja, traía al mundo a los mestizos, la manera como se categorizaban a los hijos de españoles e indígenas
La mujer indígena que permanecía en su comunidad seguía haciendo parte de esa comunidad descrita anteriormente en su mismo rol de atención al hombre pero ahora con un agravante. El hombre veía en ella a alguien en quien descargar la ira que le generaba el menos precio al que era sometido por los españoles
El otro tipo de mujer en estas tierras estaba representado por la mujer negra que provenía directamente o no de las lejanas tierras africanas y que había sido traída a estas tierras para ser vendida como esclava de atención de labores domesticas o como dama de compañía de Dones y Doñas locales. La unión entre estas mujeres negras y los hombres españoles o viceversa (realmente esta opción se presentaba muy poco) dio origen a los descendientes mulatos.
Las tierras anglosajonas fueron colonizadas por familias que llegaron en búsqueda de un lugar donde ver crecer a sus hijos y sus oportunidades de vida. Norteamérica fue poblada por la clase media europea que llego a busca su hogar en estas tierras lejanas.
En estas familias, la mujer también se dedica a las labores del hogar y el hombre a la consecución de alimentos, pero estos alimentos estaban asociados a la ganadería y agricultura. Es decir, el hombre no iba muy lejos de casa a buscar el sustento diario y la mujer estaba muy cerca de él para atenderlo y ofrecer compañía. La familia construía junta su futuro. Si bien, los roles tanto femenino como masculino, eran muy parecidos en las nuevas comunidades que establecían en América, la manera como estos roles se hacían manifiestos, eran diferentes.
Desde el inicio de esta era, en América, hubo diferencias entre las mujeres que habitaban las distintas partes del continente dado que los inmigrantes europeos buscaban la fortuna en la construcción de familias y comunidades prosperas que decidieron mezclarse poco o nada con las culturas locales[2] y los conquistadores españoles llegaron en búsqueda de riqueza a cualquier precio.[3]
Durante la época de la colonia, son pocas las mujeres que sobre salen en la historia. El rol femenino sigue siendo el mismo que en la conquista. Un papel de atención al hombre. La historia trae al frente la vida de Manuelita Saenz como esposa del libertador Simón Bolívar en un papel de mujer fuerte pero de igual manera, a la sombra de su esposo. De acuerdo con algunos historiadores, la vida de Manuelita Saenz introduce en nuestro léxico la expresión popular que reza: “detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer” que no deja de ser otra manera de resaltar la labor de apoyo del género femenino.
También se resalta en la historia, la vida de Policarpa Salavarrieta como prócer de la independencia como mujer que apoyo desde su papel de ciudadana, las iniciativas de libertad que se daban en esos años. Se conoce muy poco de ella por fuera del papel desempeñado en la campaña libertadora.
Papel de la mujer en las comunidades modernas de Colombia
En todo el territorio nacional de Colombia, la mujer es líder en las decisiones del hogar (tal como se menciono al inicio) pero participa muy poco de las determinaciones de la comunidad. En todas las subculturas colombianas exceptuando el centro del país, el hombre se mantiene al margen de las determinaciones del hogar dejando a las mujeres todo lo concerniente a este pero de alguna manera dando “aprobación final” a lo que ellas deciden. Este rol decisorio en la familia, define y refuerza culturalmente el papel de la mujer en el país.
En la parte central del país, las decisiones del hogar se toman en el seno del mismo y de común acuerdo con la pareja. Este pequeño pero gran cambio le da a la mujer el espacio para asumir un papel mucho mas determinante en el rumbo del hogar sin comprometerse necesariamente con la ejecución de las tareas del mismo. Siendo así, la mujer de esas zonas tiene el escenario social para desempeñarse por fuera del hogar que se hace evidente en la participación que esta tiene en la sociedad de las ciudades centrales de Colombia.
En los últimos años, en el mundo se han llevado a cabo esfuerzos para generar espacios laborales a las mujeres. En 2004 se lanzó en 12 países de América, Asia y África, la campaña Comercio con Justicia: “Mis derechos no se negocian”, impulsada por Oxfam Internacional, que se propuso cuestionar “las reglas injustas y los dobles estándares del comercio internacional y sus efectos sobre la vida de las mujeres trabajadoras en las cadenas de producción globales”.
Como antecedente, la campaña realizó estudios en los 12 países sobre el trabajo de las mujeres en dos sectores del comercio internacional: los textiles y las agroindustrias de exportación, en donde la participación femenina en el rango de operarias varía entre el 60% y 70%[4].
Por su parte, la situación de las mujeres en el ámbito laboral depende de la orientación de los cambios en la oferta y demanda de fuerza de trabajo inducida por el comercio, además de otros factores vinculados a las condiciones sociales y culturales en que se desarrollan las relaciones de género, que interactúan reforzando o inhibiendo los impactos provenientes del campo económico.
Los últimos años de apertura económica y procesos de integración comercial han generado trabajo para millones de mujeres que hoy ocupan “entre el 60 y 70% de los puestos de trabajo en las fases de la producción de ropa, y de productos frescos que precisan mano de obra intensiva dentro de las cadenas de producción globales[5].
En América Latina durante la década de los 80, al mismo tiempo que se ampliaban las tasas de participación femenina, se daba una “precarización general de la fuerza de trabajo, que se tradujo en la pérdida de una serie de garantías vinculadas a la estabilidad en el empleo, a las remuneraciones fijas y al goce de beneficios sociales”.[6]
Durante esta década, los países latinoamericanos experimentaron una creciente feminización de su fuerza de trabajo. Sin embargo, a excepción de México, América Central y El Caribe, donde esta inserción se ha vinculado a las manufacturas de exportación (allí se ubican algunas de las Zonas de Procesamiento de Exportaciones más importantes del mundo), en el resto del continente, el sector manufacturero ha tendido a desplazar el empleo hacia otros sectores. Como resultado, las trabajadoras han tendido a participar en los sectores de servicios, y en un grado importante en los vinculados al comercio (procesamiento de informaciones, servicios para empresas, financieros, etc).
La mirada cualitativa del trabajo y sus impactos, permite identificar que los procesos de flexibilización laboral afectan tanto las condiciones materiales de las mujeres, como sus relaciones familiares, el desarrollo personal y la construcción de identidad: “se ha demostrado que varios aspectos de la actividad laboral, como su intensidad y la duración de la jornada de trabajo, influyen en los niveles de tensión y en la salud de los trabajadores/as y de sus familiares.”[7].
Muchas mujeres entran en el mercado laboral aceptando empleos infra-remunerados e infra-valorados para aumentar sus ingresos familiares y otras deciden emigrar por los mismos motivos. Al no reducirse ninguna de sus demás responsabilidades, la carga total de trabajo de la mujer ha aumentado.[8]
Su condición de madres, en muchos casos jefes de hogar, y trabajadoras las sitúa en una posición de aceptación de diversas formas de flexibilización y precarización”[9] que desconocen sus derechos fundamentales: “No nos cancelan los salarios a tiempo. No me han pagado aportes de salud desde hace como tres meses. No nos han cancelado caja de compensación”[10]. “en mi empresa pierdes tu número de trabajo cuando estás con licencia por maternidad (…) esto significa que si tienes la suerte de ser readmitida, entras como una empleada nueva, y has perdido todos los beneficios derivados del tiempo trabajado antes de la licencia de maternidad”.[11]
Aunque la pobreza afecta a los hogares en general, la división del trabajo sobre la base del género y las responsabilidades relativas al bienestar familiar, hacen que las mujeres soporten una carga desproporcionada al tratar de administrar el consumo y la producción del hogar en condiciones de creciente escasez. La pobreza afecta de manera especialmente aguda a las mujeres que viven en hogares rurales.[12]
Aunque la plataforma de Beijing 1995, reconoció que la pobreza estaba ligada a aspectos de desigualdad y discriminación de género y comprometió a los Estados a generar políticas en este sentido, en estos 10 años las mujeres no solo han visto afectados sus ingresos sino extendidas sus jornadas laborales y aumentada su carga de trabajo, pues continúan siendo las principales responsables del trabajo doméstico no remunerado y otras formas de la economía del cuidado[13].
Evolución de los datos de trabajo femenino en Colombia en la última década
En Colombia, si bien la Población Económicamente Activa, PEA, femenina ha aumentado en forma paulatina desde 1994, sigue siendo muy baja con relación a los hombres e indican una amplia desigualdad entre hombres y mujeres en el campo laboral. Esta desigualdad es significativa si se tiene en cuenta que las mujeres en edad de trabajar, PET, han sido siempre más que la PET de los hombres.
Para 2004 la PET femenina era de un 52.4% y la PEA de 41.9% y la PET masculina 47.6% y la PEA de 58.1%.
De otra parte, la tasa de ocupación, TO, femenina fue de 40.7%, porcentaje bastante más bajo que la de la TO masculina que fue de 67.3%.
El desempleo en Colombia ha disminuido levemente desde el 2002 hasta el 2004 pero el aumento del desempleo es más alto en las mujeres que en los hombres. El femenino pasó de un 18.7% en el último trimestre de 2002 a 16.2% en el último trimestre de 2004, y el masculino pasó de 12.4% en el último trimestre de 2002 a 9,1% en el último trimestre de 2004. Esta reducción tendría su explicación en un incremento del empleo informal, como se señala más adelante.
Los datos a Abril de 2011 muestran un avance significativo en la medida en la que el desempleo ronda por valores cercanos al 11%. Los últimos años de “Seguridad democrática” en el país han abierto espacios de relevancia para que la actividad económica en el país se fortalezca de manera que los valores de desempleo han descendido hasta valores no logrados anteriormente.
Según la participación en sectores económicos los datos de 2004[14], demuestran que las mujeres se ocupan más en el sector servicios: 70.3% y 29,7% los hombres; los servicios financieros: 49,51% mujeres y 50,49% hombres; el comercio: 47,86% mujeres y 52,14% hombres, y la industria: 45,06% las mujeres y 54,94% los hombres.
Aquí es importante señalar la creciente feminización del sector servicios que contrasta con una reducción de su participación en otros sectores como industria y comercio, donde la participación femenina en 2001 fue de 52,7% y 59,8 %, respectivamente
El salario femenino completa el cuadro de la inequidad de género en el campo laboral. Los salarios de los hombres son siempre más altos en cualquier rama de la actividad económica, grupo o categoría de ocupación. El Departamento Nacional de Estadística informó que desde el año 2000 hasta el año 2002 se presentó una fuerte reducción en la diferencia salarial promedio entre hombres y mujeres, al pasar de 16.64% a 8.93%. Sin embargo, ésta reducción se revirtió en el año 2003, cuando regresó a los niveles iniciales y de finales de los años 90, esto es, a un 14.28%[15].
Por su parte, el Informe de Desarrollo Humano en Colombia señala que “las mujeres empiezan el nuevo siglo con unos ingresos 20% menores a los de los hombres, porcentaje igual al de 1995” .[16]
Las brechas de ingreso por sexo son más pronunciadas a medida que aumenta el número de años de estudio. En América Latina y el Caribe, en promedio, la remuneración por hora de las mujeres con 13 o más años de educación, es alrededor de 30% más baja que la de los hombres. La CEPAL concluye que la educación para las mujeres, particularmente la de ciclo superior, no tiene el mismo retorno que para los hombres, es decir no se traduce en igualdad de ingresos por los mismos años invertidos en educación.
La brecha más grande entre el salario masculino y el femenino se presenta en los grupos de empleados prestadores de servicios, donde la diferencia salarial es del 50%, profesionales, técnicos, directivos y comerciantes. En promedio, en estos grupos, el salario de los hombres para 2003 fue un 30% más alto que el de las mujeres[17].
Estudios recientes han llevado a cabo algunas encuestas con el fin de entender la problemática.
El 26% de las mujeres encuestadas recurre a trabajos complementarios[18] como ventas, asesorías o servicios sociales, para compensar su nivel de ingresos. El 24% de estas mujeres dedica 3 horas al día a realizar este tipo de actividades, y el 30% de ellas requiere 2 horas o menos de su tiempo diario para esta labor. El 24% destina entre 4 y 8 horas.
Estas mujeres debieron trabajar más y lo hicieron alternando su trabajo formal con actividades informales. Esto significa que las mujeres han visto disminuido el tiempo de descanso, cuentan con menos tiempo para capacitarse u organizarse lo que afecta su calidad de vida y disminuye las oportunidades de acceder a trabajos mejor remunerados (que requieran de capacitación) y/o a ejercer su derecho a la participación política.
El 16% de las mujeres realiza las tareas domésticas sin ayuda de otra persona y el 19% con sus hijas e hijos. Otras personas como madres, padres, sobrinos y trabajadoras domésticas comparten con el 24% de las encuestadas la responsabilidad de las labores del hogar.
A pesar del tiempo que las mujeres dedican a estas tareas y de compartirlas, el 42% de las mujeres eventualmente paga a otra(s) persona(s) para realizar parte de los oficios domésticos, es decir que destina sus ingresos para mejorar la calidad de vida de su hogar. En este aspecto, hay una diferencia significativa entre sector privado y sector público. En el primero, un 29% paga por el servicio doméstico mientras que en el segundo la cifra es del 48%
La relación mujer y trabajo, devela una serie de contradicciones que parten de reconocer la importancia del trabajo femenino en las tendencias del mercado laboral, al mismo tiempo que evidencian el deterioro de las condiciones laborales para las mujeres. En el contexto nacional, la precarización está directamente relacionada con las políticas de ajuste estructural y liberalización comercial, dentro de ellas los procesos de flexibilización laboral, con la ley de reforma laboral como una de sus más recientes expresiones.
Como sucede en la totalidad de los países de América Latina, las mujeres colombianas contribuyen en el desarrollo socio económico del país. Esta contribución se aprecia por diversas vías, siendo las principales: el empleo referido al mercado económico y la participación en las organizaciones populares de sobrevivencia.
Esta contribución de las mujeres colombianas ha ido a la par con una serie de transformaciones en el campo económico, social e incluso cultural que se traducen en cambios notables en las variables demográficas, en el mercado laboral y en particular en el rol de la mujer.
Entre los principales factores que estarían influyendo son:
• El crecimiento de la población urbana
• El proceso de migración interna
• La reducción de la tasa de fecundidad
• El aumento de la esperanza de vida
• El incremento de hogares que tienen como jefa a una mujer
• Las transformaciones educacionales y culturales
• La presencia de un importante sector de población con bajos ingresos.
Hay una clara evidencia en que la transición en el modelo de desarrollo, provocó medidas como la flexibilización de las condiciones laborales, para abaratar costos de producción, sin generar beneficios para la población en general, ni para las mujeres en particular, quienes vieron recortados y afectados sus derechos
Hoy estamos viviendo toda una revolución en la que la mujer ha descubierto el mundo que está al frente suyo. En un mundo en el que el éxito laboral se mide por el salario devengado, el trabajo en el hogar queda relegado a las últimas posiciones. Construir un hogar y ver a los hijos crecer no son actividades que se vean remuneradas en el corto plazo.
En el hogar no hay sueldo por el trabajo que se realiza, el éxito se ve muy a largo plazo cuando los hijos salen adelante en la vida, y la mujer tiene la impresión de que es la “sirvienta” de todos. Se ha olvidado que el trabajo es el medio por el cual el hombre y la mujer aplican su libertad, su inteligencia y sus capacidades físicas para cultivar y transformar los bienes naturales, materiales y no materiales, adaptándolos a sus propias necesidades, las de su familia y las de la sociedad.
De otro lado, la mujer ha subido escalones en la pirámide del conocimiento al participar de manera equitativa en los escenarios académicos en los que participa por igual con los hombres. Las mujeres que optan por la maternidad y que no están dispuestas a quedar “estacionadas” en su carrera profesional, están empujando directa o indirectamente a los gobiernos a crear nuevas leyes que las amparen, incluso con importantes consecuencias para la empresa.
Situación de la mujer en América Latina
El país con mayor población de América Latina es Brasil, de la cual el 51% es de sexo femenino. El siguiente país con similar número de habitantes es México, que también posee el 51% de su población de sexo femenino. Cada uno de estos países supera los 100 millones en habitantes, lo que los convierte en los gigantes de Latinoamérica en cuanto a cantidad de personas.
En la lista continúan, Colombia superando apenas los 45 millones de habitantes con un 50% de población femenina, y Argentina, con 40 millones de habitantes y 51% de población femenina. El resto de los países del Continente, poseen menos de 20 millones de habitantes, y en promedio, cada uno posee el 51% de su población de sexo femenino. Es de destacar que el país con menor población femenina es Costa Rica, siendo del 49%, y el de mayor población es El Salvador, siendo del 53%.
En cuanto a la participación en la actividad económica dentro de cada país, es de destacar tres grupos de edad que están principalmente en actividad:
- En el caso de personas entre 25 y 34 años, la mayor diferencia en proporción de participación en general, ronda entre los 28 y 35 puntos en los diferentes países.
El país con mayor diferencia resulta ser México (35) y el de menor diferencia es Uruguay (17). Para Argentina, la diferencia es de 27 puntos.
- En el caso de personas entre 35 y 44 años, la mayor diferencia en proporción de participación en general, ronda entre los 18 y 35 puntos en los diferentes países.
El país con mayor diferencia resulta ser México (35) nuevamente y el de menor diferencia es Uruguay (18). Para Argentina, la diferencia es de 27 puntos.
- En el caso de personas entre 45 y 59 años, la mayor diferencia en proporción de participación en general, ronda entre los 20 y 43 puntos en los diferentes países.
El país con mayor diferencia resulta ser Costa Rica (43) y el de menor diferencia es Uruguay (20). Para Argentina, la diferencia es de 30 puntos. Resulta interesante notar que la diferencia alcanza valores mayores para el rango de edad de 45 a 59 años, en todos los países Latinoamericanos. Por otra parte, resulta considerable la participación de la mujer en las actividades económicas década país.
Conclusiones
Claramente nuestro continente ha evolucionado de cara a la posición de la mujer en la vida laboral. No son pocos los que esgrimen el planteamiento en el que se asegura que la mujer ha sido empujada a la vida laboral por la necesidad de lograr mayores ingresos familiares más que por el deseo de satisfacer su necesidad de consolidarse profesionalmente. Finalmente, los espacios logrados en la vida laboral por la pareja, ha de alguna manera contribuido a que la familias disfuncionales aumenten en número en nuestra tierras. Por otra parte, la consolidación de esta misma situación ha hecho mujeres más felices y realizadas. Es posible lograr el equilibrio?
Bibliografía
ALVAREZ, Miguel; AGUIRRE, Julián. Guerreros sin sombra: Niños, niñas y jóvenes vinculados al conflicto armado. Bogotá: Procuraduría General de la Nación, ICBF, Arfo Editores, 2006.
COLOMBIA, Defensoría del Pueblo. Décimo Tercer Informe del Defensor del Pueblo al Congreso de la República. Bogotá: Defensoría del Pueblo, 2006
COLOMBIA. Ministerio de la Protección Social, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Tercer Plan Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y la Protección del Trabajo Juvenil 2003-2006. Bogotá: Organización Internacional del Trabajo,
[1] De origen Noble por sus siglas en español
[2] Esto también trajo el hecho de que estas comunidades decidieron exterminar a los locales dado que les estorbaban en sus afanes de fortuna.
[3] Nótese que los primeros colones anglosajones son llamados inmigrantes y los actuales pobladores de América del Norte los recuerdan y consideran con beneplácito. Son los forjadores del presente. A cambio , los latinoamericanos no tenemos mucho de que agradecer a los conquistadores españoles que solo trajeron muerte y destrucción a estas tierras
[4] OXFAM Internacional, “Más por menos. El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizada”, Campaña Comercio con Justicia, 2004.
[5] Arango, Luz Gabriela “Género, Globalización y Desarrollo”. Ponencia presentada en el III Congreso latinoamericano de Sociología del Trabajo, Buenos Aires, 17 al 20 de mayo de 2000, acceso en: www.alast.org/PDF/Cortes/GyMT-Arango.PDF
[6] ZAPATA, op cit, p 5. 2001
[7] BENERIA, Lourdes “El debate inconcluso sobre el trabajo no remunerado” en Revista Internacional del Trabajo, Vol. 118, Nº3, 1999.
[8] NACIONES UNIDAS “Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer ”. Beijing. China. 4 a 15 de septiembre de 1995. Versión en español. Par.19
[9] MASSIEU, Trigo Yolanda “biotecnología y empleo en la floricultura Mexicana” Universidad Metropolitana, México,1997, citado en SIERRA, Pardo Claudia Patricia “Floricultura de exportación en América Latina, Hipótesis y retos” Corporación Cactus, Terres des hommes, Bogotá, 2003.
[10] PAEZ, Sepúlveda Omaira “Detrás de las Flores…Derechos de las y los trabajadores” sistematización del servicio de asesoría jurídica, Corporación Cactus, Bogotá, 2004.
[11] Testimonio trabajadora del sector textil. OXFAM, Internacional, 2004 Op. Cit., p. 1.
[12] Ibidem. Parr. 50
[13] VICHERAT Daniela, Una conceptualización del capital social desde la economía: compromisos y efectos colaterales, en: ww.areaminera.com/documentos/papers: “El mecanismo de la producción complementaria supone que algunos bienes y servicios que no son sólo proveídos por el Estado y el mercado, lo son complementariamente por la “economía del cuidado” y, por lo tanto, por el capital social involucrado en el proceso de producción. Es el caso del cuidado infantil y de ancianos, el desarrollo comunitario, el soporte afectivo y psicológico, etc. En general se trata de actividades con bajos costos de transacción, que satisfacen necesidades de cuidado específicas no cubiertas por otras esferas”.
[14] Encuesta Continua de Hogares - 2001 - 2004 (Abril - Junio)
[15] DANE –PNUD “La perspectiva de género: Una aproximación desde las estadísticas del DANE”. Bogotá, marzo de 2004 Pág. 37
[16] DEPARTAMENTO Nacional de Planeación, “Diez años de desarrollo Humano en Colombia”, 2003, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, 2003. p. 64.
[17] Ib idem. p.17.
[18] El trabajo complementario se entiende como el realizado para equilibrar los ingresos, que no cubren los salarios recibidos por la realización del trabajo formal.