Decidí
estudiar medicina cuando tenía diecinueve años. Así nada más, guardé en el
armario mi sueño de toda la vida de ser escritora y me dejé seducir por la
irreal idea de convertirme en un ángel de bata blanca que salva vidas con tan
sólo el tacto mágico de sus manos.
Confieso que,
ingenuamente, también creí que la medicina sería la excusa para conocer de
cerca y contar las historias de cientos de personas: mis pacientes.
Para la niña
que era en ese entonces, entrar en el mundo médico fue fácil. Por más de 10
años sólo tuve que seguir las órdenes del líder con más experiencia. Y entonces
mi vida se convirtío en la rutina de seguir órdenes y guías de prácticas
clínicas, diagramas de flujo … recetas de cocina. Salvé muy pocas vidas (aunque
fueron suficientes); la mayoría de veces sólo fui otro testigo mudo frente a la
muerte inminente.
Pero la vida
pasaba y el interminable camino de convertirse en médica sólo parecía alargarse
con los días y cada día parecía hacerme entender que en ninguna parte del
camino me iban a dejar pensar por mí misma, crear, escribir.
Resignada
entendí que la medicina tiende a despersonalizar al médico y que la urgencia de
la inmediatez de atender al paciente despoja al médico de todo para dejarlo
solo con la responsabilidad de curar más pacientes.
Así
nada más, tomé un camino alterno. La rutina médica ya no era suficiente para
esta milenial con ansias de ponerse de ruana al mundo entero.
Emprendí
un camino muy distinto que debí aprender a recorrer desde el principio; y en
ese camino, un día conocí el marketing. Los miércoles en la noche, un maestro
de la vida (que también se estrelló con el marketing sin buscarlo) me dibujaba
en el aire y en el tablero la puerta de entrada a mi futuro.
Así
nada más, el marketing llegó a mi vida para marcar un punto final seguido de una
mayúscula: un nuevo comienzo.
Todo
empezó con el storytelling.
¿Cómo
podría empezar a explicarles lo que sentí cuando encontré esta manera
innovadora de contar historias de manera masiva, corta, llamativa y sexy? ¿este
placer para los sentidos para esta mujer vintage, romántica y transgresora?
Porque, como
lo dice David Gómez en su artículo “Qué es el storytelling y cómo usarlo en
marketing” publicado en bienpensado.com, “storytelling es contar historias y (…) aplicado al
marketing, storytelling
es contar una historia relacionada con usted, su compañía, su producto o
servicio, que genere una conexión emocional con sus clientes”.
D. Gomez además
sostiene que las ventajas del storytelling van desde generan
confianza en el cliente, ser fácil de recordar y de contar y brindar contexto a los datos hasta crear una mayor conexión con el
cliente al apelar a su lado emocional y hacerlo amar las historias.
Una idea brillante, si me preguntan a mí.
Sin embargo, el storytelling como estrategia de marketing, es mucho más que contar historias para vender
un producto o servicio.
Para mí, es el punto de encuentro entre el capitalismo puro y duro y el
arte más primal, entre la razón y la emoción.
Es un concepto ultramoderno, volver al origen para encontrarnos en este
presente ultramoderno.
El storytelling es reconectarnos con nuestras emociones y nuestro lado
femenino, hacer la paz con ellos y reconocer que en este mundo de desesperanza
y guerra, en esta época en la que la democracia está perdiendo terreno, una historia bien contada logra
unirnos, logra movernos, logra hacernos sentir identificados con otros.
El storytelling es, además de todo esto, la manera
perfecta para contar las historias que la medicina nunca me permitió contar.
Por otro lado, no dejemos a un lado el mayor
potencial que tiene el storytelling: el enorme poder que tiene para influenciar
a la gente.
Reconciada con la vida, entonces, decido recoger mis
pasos caminados en estos diez años que han pasado. Nada está perdido. La
medicina fue mi esposa por 10 años y, por esos 10 años, le fui completamente
fiel. No más. Es hora de amar de verdad, la vida es muy corta para no hacerlo.
Me llevo conmigo, eso sí, lo que me sedujo de la
medicina hace tantos años ya: el afán de hacer de mi vida una al servicio de
los demás. La necesidad de influir sobre las personas. Ayudar.
Hace pocos días, escuché hablar al Dr. Andrés
Aguirre, Director General del Hospital Pablo Tobón Uribe de Medellín –Colombia.
Este elocuente personaje nos contaba sobre la experiencia que tienen en su enorme
hospital al integrar las tecnologías de la información en beneficio de la
relación médico paciente.
El Dr. Aguirre habló por mucho tiempo acerca de la
importancia de nunca dejar a un lado la parte humana de la relación clínica,
subrayando que es exactamente este humanismo el motor que hace funcionar su
hospital.
Dijo: “pregúntenle a cualquier funcionario del
hospital qué no es el hospital y
verán que cualquiera dirá que el hospital
no es un edificio”.
Contaba también el carismático Dr. Aguirre, casi ingenuamente, casi
intuitivamente, que su estrategia para el mejoramiento de la satisfacción del
paciente es perdirles a todos y cada uno de ellos que cuenten sus historias
personales que han tenido en el hospital.
Él no lo sabía, pero dentro de su burbuja hospitalaria, estaba siguiendo
la estrategia de marketing de storytelling.
Javier Diaz, en su artículo “10 Claves para hacer Storytelling Efectivo y
cautivar a tus Clientes” publicado en negociosyemprendimiento.org, nos habla
acerca de 11 secretos (el último es un bono) a voces (fundamentos, pienso yo)
infaltables a la hora de hacer storytelling:
I.
Definir un público objetivo.
II.
Generar emociones.
III.
Mantener la sencillez, ya que la sencillez es igual
a sofisticación.
IV.
Crear personajes que generen empatía y se conecten
con la audiencia.
V.
Añadir un poco de humor.
VI.
Crear escenarios en los que tu público objetivo se
sienta identificado.
VII.
Nunca olvidar los detalles.
VIII.
Llevar las
emociones de la audiencia al límite.
IX.
No contar la historia completa, dejar algo para la
imaginación.
Invitar a la acción.
Interacción y transmedia, desde la cual se abre el
camino a la interacción del usuario con la marca a través de varios lugares
distintos, por ejemplo, la televisión, las redes sociales, los códigos QR, entre
otras.
Supongo que lo que quiero decir es que, en el amor
como en el storytelling: el juego de la seducción inicia conociendo al objeto
del deseo, enamorarlo, llevarlo a la locura. Invitarlo a lugares románticos,
hacerlo reir, cuidar los detalles, interactuar con él por todos los medios
posibles y, finalmente, invitarlo a la acción.
Por eso me encanta el storytelling, por que siempre me
invita a sumergirme en otra historia y, al hacerlo, vivo a través de los ojos
de otro.
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